Será sin duda una de las grandes producciones del cine español de este año, y su protagonista Belén Rueda, candidata a los máximos galardones internacionales. Las razones de este posible éxito están en el acierto de la recreación del tema de la vida de los muertos de la película de Alejandro Amenábar, “los otros”, uno de los éxitos más celebrados de Nicole Kitman, refundido además con el tema de las abducciones que marcó un hito en la historia del cine, con la niña secuestrada a través de las ondas del TV por los espíritus de ultratumba, y recuperada con vida de las garrras de esas almas errantes, violentadas por la profanación de sus tumbas, me refiero a la ya histórica “Polstergeist” (1982, Tobe Hopper, y codirigida por Steven Spielberg), donde una “médium” sirve de enlace de los dos mundos…
En “El orfanato” se le da una vuelta de tuerca a a la presunta “normalidad” casi científica de ese mundo esotérico del espiritismo, que incluye un arsenal de detectores (ya visto en “Los cazafantasmas” por ej) que pueden reproducir “psicofonías”, amén de hablar con los espíritus, pero retrotrayendo el pasado al presente en ese delirio de la ciencia-ficción, de elegir a placer el poder sumergirse en el pretérito o hacer una incursión por el futuro. La temática por tanto, contraria a la tradición cristiana (donde los muertos descansan en paz en el cielo o su antesala, y no se quedan a fastidiarnos aquí, en las casas…) incluye también los juegos de rol y los mismos símbolos y tópicos de las películas de terror: el muñeco diabólico, las sombras, el caserón solitario, la noche y la oscuridad en la que es sumergido , no sólo el personaje sino el propio espectador de las manos de los niños-espíritus, escondidos en la casa, que van rasgando, uno por uno, los títulos del reparto del principio de la película, escritos en las distintas capas de las paredes empapeladas, hasta conseguir llegar a un fondo oscuro y sobrecogedor que da paso a la primera escena.
Hasta aquí, todo aceptable, se trata de dar un paso más en la mejora de las técnicas del suspense y la simbiosis de elementeos ya ensayados en el historial de Holliwood; pero todo ese empeño encomiable, incluso ese inverosímil surrealismo en el que se mezcla la audacia y hasta el heroísmo del instinto protector maternal, que le lleva varias veces a la boca del lobo, junto con el afán de mantener en jaque al espectador encogido en su asiento, por los sobresaltos que recibe a cada momento,… pues bien, todo ello que procura la catarsis del espectador, no justifica en modo alguno el contexto de la película, porque la base del argumento que descubre el espectador es que, en la época de nuestros padres (la infancia de la protagonista) el orfanato que actúa como paradigma de la institución tutelar de los niños huérfanos o abandonados, era un lugar donde se les maltrataba o incluso se les asesinaba impunemente. Y la asesina sigue viviendo en el pueblo, como si nada hubiera ocurrido, y como si no hubiera habido más educadores ni directivos que hubiesen podido detectar el horrendo exterminio de todos los niños del orfanato, por la venganza de una asistenta desequilibrada. Verdaderamente el guionista deja por idiotas a los espectadores con este fallo argumental, si piensa que no se van a percatar; esto si no queremos pensar que lo hace a propósito. Lo evidente es que se ceba echando paladas de estiércol sobre la memoria histórica de estas instituciones de tanta tradición, que evidentemente siempre intentaron conseguir para sus tutelados el calor amoroso del ambiente familiar; por lo que, en vez de cebarse en ellas, merecerían nuestra consideración y respeto, porque durante siglos no han hecho otra cosa que hacerse cargo de criaturas desvalidas por la pérdida de sus padres o por la irresponsabilidad de los mismos. ¡Y luego nos quejamos de la Educación de hoy en día!. Con estas lecciones de moral, estos cineastas modernos siembran la semilla del odio hacia nuestro pasado reciente.
Eusebio Murillo 13-11-07 (BARCELONA)
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