El pasado domingo se cumplían cien años. El 21 de febrero de 1916 empezaba la batalla de Verdún, en la Primera Guerra Mundial. Las tropas del mariscal alemán Falkenhayn iniciaban la ofensiva con un imponente bombardeo artillero. En nueve horas lanzaron un millón de proyectiles. Devastador. Atacaban una ciudad símbolo para los franceses porque querían propinarles un gran golpe no solo militar sino también psicológico y político para hundir su ánimo. Empezaba una batalla de desgaste que duraría diez meses. Los franceses de Petain resistieron. En los tremendos combates los muertos y heridos alcanzaron un millón entre los dos bandos.
Lo sucedido es una muestra de la necedad y perversidad humanas. Afortunadamente, muchos años más tarde, franceses y alemanes se reconciliaban y hoy son grandes aliados. En Verdún, en 1984, François Mitterrand y Helmut Kohl escuchaban los himnos cogidos de la mano.
Al recordar aquellos sucesos uno se pregunta por el origen de las guerras. No estallan de golpe. Normalmente han estado precedidas de acciones que han generado o fomentado odios, herido a otros, menosprecios, golpe a los sentimientos, burlas, falsos tópicos, injusticias, distorsiones, explotación, demonización, orgullos exacerbados. Casi siempre las guerras han tenido “creadores intelectuales” antes que manos empuñando el fusil. Por ello es básico ser promotores de paz y no de agresividad ni violencia. Sobre todo los que gobiernan.
La semana pasada la entrega de los Premios Ciudad de Barcelona fue una muestra del intento de provocar enfrentamientos, de herir a otros. A muchos miles. Una poetisa cuyo nombre no merece ser recordado vomitó unos versos de cloaca que unían un mal gusto infinito con la ofensa blasfema. Sólo un concejal tuvo la sensibilidad y la valentía de levantarse y marchar mostrando su desacuerdo. ¡Felicidades Alberto!
Si los versos eran reprobables, mucho más grave es la actitud de la alcaldesa Colau justificando, y defendiendo tamaño despropósito. Pude ver en 8TV que el teniente de alcalde Jaume Assens hacía lo mismo, con el estúpido argumento que el rechazo de aquella basura era un asunto de Fernández Díaz y del PP, sin atinar que lo sucedido iba infinitamente más allá de la política. Viendo y releyendo lo dicho por ambos me di cuenta de que, siendo tan sencillo de entender, no han captado la gravedad de lo que han auspiciado y defienden, lo que demuestra una inteligencia vacía; que no conciben que han herido inútilmente a muchos, síntoma de un corazón adormecido e insensible: y que no desean rectificar, muestra de falta de sentido común. Que son personas sin inteligencia, ni corazón, ni sentido común. Casta enferma de mente y de corazón. En estas manos está Barcelona. Y Colau aspira a la Generalitat. ¡Feliz futuro!
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