“No serán constitutivas de discriminación la creación o el mantenimiento de sistemas o establecimientos de enseñanza separados para los alumnos de sexo masculino y para los de sexo femenino, siempre que estos sistemas o establecimientos ofrezcan facilidades equivalentes de acceso a la enseñanza, dispongan de un personal docente igualmente calificado, así como de locales escolares y de un equipo de igual calidad y permitan seguir los mismos programas de estudio o programas equivalentes”. Es claro este párrafo de la UNESCO cuando define qué no es discriminación.
Como casi todos los de mi generación he estudiado en un colegio de chicos, y mis hijos han estudiado en colegios de educación diferenciada. Por más que me esfuerzo no consigo ver dónde he sufrido la discriminación. Tampoco nos ha visitado ninguno de estos salvadores para interesarse por nuestra discriminación, ni siquiera por el hecho de haber pagado dos veces la enseñanza, una con impuestos y otra con el recibo del colegio.
Ahora, en estos momentos, con la espada de Damocles de las Elecciones Generales, la educación diferencia, vuelve a ser vilipendiada, y no sólo la educación diferenciada sino también la concertada. Y vuelve a serlo porque lo que preocupa a algunos no es tanto la calidad de la enseñanza como el adoctrinamiento ideológico de las nuevas generaciones. Si algo está claro en los ataques que ha recibido la educación diferenciada en estos últimos años es que estamos inmersos en una “guerra” ideológica dónde, hoy por hoy, se combate con argumentos. Unos son verdaderos y otros erróneos; unos contienen medias verdades, otros medias mentiras y otros mentiras completas. Se utilizan como escudo y como arma arrojadiza, para “tapar bocas” y para alcanzar objetivos, sin importar si son verdaderos y justos, si son buenos y respetuosos con la libertad de los demás. Acoso y derribo, ya inventado por Felipe González y Alfonso Guerra y puesto en práctica cuando gobernaba Adolfo Suárez.
A la enseñanza diferenciada se le ha colgado el sambenito de que es discriminatoria y paradójicamente con esto se pasa a discriminar a los padres que optan por ella haciéndoles pagar dos veces para que desistan; y para los que no desistan queda el calificativo de “escuela de ricos”. Y todo ello por razones ideológicas, cuando no por envidia, que es el más común de los sentimientos que atenazan al ser humano.
Cuando se está convencido de la bondad de una ideología, o incluso de la propia Fe Religiosa que se practica, se ha de transmitir a los demás con el uso de la palabra y con el ejemplo, convenciendo y persuadiendo; y siempre respetando la libertad, pero nunca utilizando los resortes del Estado, o de la administración, y menos reventando la calle para imponer aquello que no se consigue en las urnas.
La Constitución Española dice textualmente en su Artículo 14. “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
La LOE, Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, se hacía eco del artículo 14 de la Constitución y en su Artículo 84.3 venía a decir con un redactado prácticamente idéntico que “En ningún caso habrá discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.”
Para que no haya lugar a dudas, el artículo 84.3 de dicha ley 2/2006 ha quedado ampliado por la Ley Orgánica 8/2013 a propuesta de UPN, para la mejora de la calidad educativa y dice así:
“En ningún caso habrá discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
No constituye discriminación la admisión de alumnos y alumnas o la organización de la enseñanza diferenciadas por sexos, siempre que la enseñanza que impartan se desarrolle conforme a lo dispuesto en el artículo 2 de la Convención relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza, aprobada por la Conferencia General de la UNESCO el 14 de diciembre de 1960.
En ningún caso la elección de la educación diferenciada por sexos podrá implicar para las familias, alumnos y alumnas y centros correspondientes un trato menos favorable, ni una desventaja, a la hora de suscribir conciertos con las Administraciones educativas o en cualquier otro aspecto. A estos efectos, los centros deberán exponer en su proyecto educativo las razones educativas de la elección de dicho sistema, así como las medidas académicas que desarrollan para favorecer la igualdad.»
Y la UNESCO, como hemos visto, deja más claro que el agua qué es y qué no es discriminación.
Pero fue mi sobrina, natural de Calatayud, aragonesa de pura cepa, baturra como ella sola, ¡ocho apellidos maños!; fue ella la que me envío, orgullosa, el video del humorista Leo Harlem donde encontré la clave para entender el problema. Harlem afirma con sentido del humor: “Carácter, en la gente de Zaragoza hay caantidad, porque hay un error de concepto con Zaragoza. Todo el mundo dice es que los maños son testarudos, son cabezotas, son erre que erre,… Yo digo, no hombre no. Lo que pasa es que tienen razón. Y si no tienen razón se la tienes que dar porque te pueden poner la cabeza como un bombo. Son gente que para decir No, dicen Sí por los cojones.”
Pues, para algunos, en su obstinación, diferenciar es discriminar por cojones, y nunca mejor dicho. Puedes argumentar, razonar, ir al fondo de la cuestión. Lo mismo les da. Esas supuestas personas, que según ellos están discriminadas, nunca han sido objeto de su atención ni de su preocupación y menos de su ocupación.
Después de las elecciones, estos salvadores de la patria, probablemente querrán que el artículo 84.3 tenga el siguiente redactado “En ningún caso habrá discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. La educación diferenciada discrimina por cojones.”
En fin que la “guerra” continuará, pero como decía Labordeta, que por cierto también era maño, “habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad”.
Rafael Ruiz Serrano (CANTABRIA)